viernes, 8 de abril de 2016

EL GRITO DE EDVARD MUNCH



          Según la RAE, lanzar un grito es una manifestación vehemente de un sentimiento colectivo que provoca levantar la voz con destemplanza, por un dolor agudo, físico o moral. A ello nos enfrentamos cuando nos situamos ante el cuadro de Edvard Munch, “El Grito”, Qué, quien, dónde, cuándo, con qué medio; son simples cuestiones más preceptivas de un artículo de arte propiamente dicho, algo que no pretendo en este blog. Aquí tan sólo deseo que sepamos adentrarnos en el porqué de la obra de arte, en el sentido de los cuadros que vamos a exponer en esta recopilación. Tan sólo deseo transmitir el cómo ver el sentimiento del propio artista plasmado en su obra, desde un punto de vista psicológico, por supuesto, de una forma subjetiva, desde mi propia mirada que se adentra y viaja por dentro de la pintura.

         Antes de comenzar el viaje debemos conocer algún rasgo del artista. Edvard Munch fue un estímulo para el futuro Expresionismo alemán. Su rasgo característico, en cuanto a la temática de sus obras, es su preferencia por la enfermedad, el deseo insatisfecho, la angustia, la soledad y el miedo; contribuyendo con su obra a reforzar la sensación de amenaza o desamparo del ser humano.

          Otros artistas del siglo, también volcaron sus vivencias personales en el arte, como iremos viendo a lo largo de los próximos días, pero ninguno desarrollo un simbolismo tan único e individual y tan afianzado en sus propios traumas personales.


          Munch tenía el valor de mostrar el escenario de su propia vida a la vista de todos. En palabras propias de Jung: “Munch condensa las imágenes arquetípicas de la existencia humana, llevando dicha realización a sus últimas consecuencias en su obra, “El Grito”, donde la casi de forma abstracta presenta la imagen del primer plano, que sintetiza la existencial angustia del hombre moderno”.

          “El Grito”, está reconocido como el Manifiesto del trabajo de Munch, como artista. La pintura que se retuerce en movimiento, parece que ha sido llevada a cabo con una fuerza explosiva cuyo resultado es la indiscutible expresión de una mente agitada y convulsa. Es un cuadro que uno apenas puede contemplar sin sentir horror y que manifiesta una angustia que se contagia a quien lo contempla, una exposición extrema de la angustia existencial del ser humano y un símbolo perfecto de todo el universo expresionista. 

          En este cuadro, una persona va caminando a lo largo de un paseo marítimo. En un momento determinado se echa las manos a la cabeza, explotando de angustia, inquietud, desasosiego y terror mientras el paisaje que le rodea “vibra” junto a su insufrible conflicto, ampliado por el arbitrario uso de los colores rojo, amarillo y verde en su dilatado fondo. El cuerpo angustiado y enfebrecido de la persona que “prorrumpe en un alarido está arqueado en forma de interrogación”. La angustia de la figura se evidencia  en su rostro deformado que parece casi una mortecina calavera y que se tapa los oídos, incapaz de resistir la “fuerza desgarradora de su propia exclamación”. El rostro desencajado alberga los sentimientos de un alma descompuesta. Sin embargo, el grito se pierde y no llega más lejos de sí mismo pues las dos figuras del fondo caminan sin apreciar ningún cambio en el ambiente. Para ellas tan sólo existe su pequeño mundo y no quieren ver más allá de él. 

         Es una de las obras más sobrecogedoras y angustiosas de la pintura contemporánea, al mostrar y comunicar de forma sorprendente el sentimiento de angustia, sufrimiento y soledad al espectador el cual queda sobrecogido, pero algo le impide a la vez dejar de mirar y sentir lo que la obra le está comunicando.          

     Munch escribió varios artículos asociados con “El Grito”, en  los que dejaba una explicación del contenido: En esta obra el artista representa, de forma definitiva, su manera de personalizar plásticamente su mundo interior. 

      El pintor no intenta recrear la realidad, tal cual es, sino que tiene la necesidad de utilizarla para expresar con ella un sentimiento de angustia y soledad y vemos como en ella prima lo expresivo sobre lo narrativo, siendo, como ya hemos podido confirmar, aquellos aspectos más negativos del hombre o de la sociedad los que más cautivan al pintor. 

        Si la angustia se apodera del rostro del individuo, más aún del paisaje con sus colores contrastados, la violencia de sus pinceladas, todo lo cual se transmite al espectador. Los cuadros de Munch provocaron tan gran alboroto, cuando fueron exhibidos en Berlín, en 1892, que las autoridades exigieron la clausura del grupo expositor en el que él participaba.

        Quizás en otro momento, en otro contexto, haga un acercamiento a las cuestiones plásticas de estas obras, y como la forma de plasmar la pintura ayudaba a conseguir esa sensación de angustia vital, pero aquí y ahora no es el momento.

            Un afectuoso saludo.
                          La Admin.

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