Según la RAE, lanzar un grito es una manifestación vehemente de un sentimiento colectivo que provoca levantar la voz con destemplanza, por un dolor agudo, físico o moral. A ello nos
enfrentamos cuando nos situamos ante el cuadro de Edvard Munch, “El Grito”, Qué,
quien, dónde, cuándo, con qué medio; son simples cuestiones más preceptivas de un
artículo de arte propiamente dicho, algo que no pretendo en este blog. Aquí tan
sólo deseo que sepamos adentrarnos en el porqué de la obra de arte, en el
sentido de los cuadros que vamos a exponer en esta recopilación. Tan sólo deseo
transmitir el cómo ver el sentimiento del propio artista plasmado en su obra,
desde un punto de vista psicológico, por supuesto, de una forma subjetiva, desde
mi propia mirada que se adentra y viaja por dentro de la pintura.
Antes de comenzar el viaje debemos
conocer algún rasgo del artista. Edvard Munch fue un estímulo para el futuro
Expresionismo alemán. Su rasgo característico, en cuanto a la temática de sus
obras, es su preferencia por la enfermedad, el deseo insatisfecho, la angustia,
la soledad y el miedo; contribuyendo con su obra a reforzar la sensación de
amenaza o desamparo del ser humano.
Otros artistas del siglo, también
volcaron sus vivencias personales en el arte, como iremos viendo a lo largo de
los próximos días, pero ninguno desarrollo un simbolismo tan único e individual
y tan afianzado en sus propios traumas personales.
Munch tenía el valor de mostrar el
escenario de su propia vida a la vista de todos. En palabras propias de Jung:
“Munch condensa las imágenes arquetípicas de la existencia humana, llevando
dicha realización a sus últimas consecuencias en su obra, “El Grito”, donde la
casi de forma abstracta presenta la imagen del primer plano, que sintetiza la existencial angustia del
hombre moderno”.
“El Grito”, está reconocido como el Manifiesto del trabajo de Munch, como
artista. La pintura que se retuerce en movimiento, parece que ha sido llevada a
cabo con una fuerza explosiva cuyo resultado es la indiscutible expresión de
una mente agitada y convulsa. Es un cuadro que uno apenas puede contemplar sin sentir horror y que manifiesta una angustia que se contagia a quien lo contempla, una exposición extrema de
la angustia existencial del ser humano y un símbolo perfecto de todo el
universo expresionista.
En este cuadro, una persona va caminando a lo largo de
un paseo marítimo. En un momento determinado se echa las manos a la cabeza,
explotando de angustia, inquietud, desasosiego y terror mientras el paisaje que
le rodea “vibra” junto a su insufrible conflicto, ampliado por el arbitrario
uso de los colores rojo, amarillo y verde en su dilatado fondo. El cuerpo
angustiado y enfebrecido de la persona que “prorrumpe en un alarido está arqueado en forma de
interrogación”. La angustia de la figura se evidencia en su rostro deformado que parece casi una mortecina
calavera y que se tapa los oídos, incapaz de resistir la “fuerza desgarradora de su
propia exclamación”. El rostro desencajado alberga los sentimientos de un alma
descompuesta. Sin embargo, el grito se pierde y no llega más lejos de sí mismo
pues las dos figuras del fondo caminan sin apreciar ningún cambio en el
ambiente. Para ellas tan sólo existe su pequeño mundo y no quieren ver más allá de él.
Es una de las obras más sobrecogedoras y angustiosas de la pintura
contemporánea, al mostrar y comunicar de forma sorprendente el sentimiento de
angustia, sufrimiento y soledad al espectador el cual queda sobrecogido, pero algo
le impide a la vez dejar de mirar y sentir lo que la obra le está
comunicando.
Munch escribió
varios artículos asociados con “El Grito”, en
los que dejaba una explicación del contenido: En esta obra el artista
representa, de forma definitiva, su manera de personalizar plásticamente su
mundo interior.
El pintor no intenta recrear la realidad, tal cual es, sino que
tiene la necesidad de utilizarla para expresar con ella un sentimiento de
angustia y soledad y vemos como en ella prima lo expresivo sobre lo narrativo,
siendo, como ya hemos podido confirmar, aquellos aspectos más negativos del
hombre o de la sociedad los que más cautivan al pintor.
Si la angustia se apodera
del rostro del individuo, más aún del paisaje con sus colores contrastados, la violencia
de sus pinceladas, todo lo cual se transmite al espectador. Los cuadros de
Munch provocaron tan gran alboroto, cuando fueron exhibidos en Berlín, en 1892,
que las autoridades exigieron la clausura del grupo expositor en el que él
participaba.
Quizás en otro momento, en otro contexto, haga un acercamiento a las cuestiones plásticas de estas obras, y como la forma de plasmar la pintura ayudaba a conseguir esa sensación de angustia vital, pero aquí y ahora no es el momento.
Un afectuoso saludo.
La Admin.
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