En la obra, “Trinchera
en las Landas”, vemos la experiencia de Otto Dix que, como soldado en el frente
occidental, había presenciado los horrores de la guerra, el espectáculo
angustioso de las trincheras, las carnes de unos seres humanos destrozadas por
las bombas. Otto Dix se enroló en el ejército alemán como voluntario en la
Primera Guerra Mundial, y se obligó a participar en ella para poder plasmar la violencia, la crueldad
y la muerte desde la mayor asepsia informativa
posible, como si fuera un corresponsal de guerra.
En
la obra de Otto Dix podemos ver que hay una estética de la guerra de la misma
manera que hay una estética de lo terrible, lo cruel y hasta una estética de la
miseria, y la desesperación del ser humano, que es lo que queremos comprender
en esta Exposición Pictórica. Así podemos ver en la obra gráfica de Otto Dix
que mediante la técnica del aguafuerte plasmó las atrocidades de la guerra, del
dolor y del sufrimiento que puede acontecerle al hombre en su devenir vital.
Ya Goya en sus aguafuertes y
aguatintas plasmó esos mismos horrores referidos a otra guerra, pero con las
mismas consecuencias, como fue “la invasión francesa en España entre 1808-1812.
Con una lucidez despiadada y casi
fotográfica, Otto Dix describió las miserias, las infamias y la monstruosa
estupidez de la guerra en su serie de 50 aguafuertes de 1924: “La guerra” (Der
Krieg) que es uno de los más enérgicos alegatos antibelicistas que ha
engendrado el siglo XX. En ellos nos plasma las batallas del frente occidental,
durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Todo este espectáculo de muerte y
crueldad los plasmó en sus cuadros de forma muy precisa e incluso con gran
violencia y consternación. En ellos Dix nos mostraba su odio a la guerra y hacía
hincapié en aquella realidad terrible y cruel
sin pasar nada por alto. De esta
forma, sus campos de batalla con
alambradas y trincheras inundadas de cadáveres putrefactos de soldados y
caballos confundidos en el barro sanguinolento, se fusionaban en un paisaje
maldito y desolador. Estos cuadros de Dix eran el espejo fiel de “una
civilización perdida o que estaba destinada a perecer”, pero que parece que
nunca va a acabar.
Dix con estas obras quería dejar
constancia de unos hechos que no deseaba que desaparecieran de nuestra memoria
ni de nuestra conciencia. Tan solo me queda sentir que “ si no se aprende de la
historia, habrá que repetirla”, y en ello estamos hoy en día, repitiéndola una
y otra vez con las mismas consecuencias de horror y crueldad. Basta ver las
noticias con las que somos bombardeados en los telediarios y periódicos. Esta
concentración de crueldad no es un símbolo
sino el síntoma de lo que el ser humano padece a lo largo de su vida y a
lo largo de la historia.
Los colores utilizados por Otto Dix
corresponden a una paleta muy restringida y sombría, todos ellos asociados a la
muerte y a la destrucción. Para la muerte utiliza colores fríos, como el gris, el
verde y el blanco- para los cuerpos en descomposición y la destrucción, usa
colores cálidos como son el rojo y el naranja, que nos recuerdan a los colores de
la sangre. Vemos como la muerte
domina al colocar zonas clareadas que
atraen la mirada hacia ellas.
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