La obra “Metrópolis” la comenzó a pintar George Grosz en diciembre de 1916, cuando tan sólo tenía 23 años. Dos años antes, al
estallar la Primera Guerra Mundial, había sido llamado a filas y luchó en el
frente, aunque en mayo de 1915 fue declarado no apto para el servicio militar.
Regresó a su estudio, iniciando un periodo de gran actividad artística, del
cual “Metrópolis” iba a ser la culminación de dicha etapa dando lugar a su
propio manifiesto en cuanto al acto de afirmación de Grosz y de su pintura.
Cuando Grosz apenas si había esbozado
el cuadro, en enero de 1917 fue llamado de nuevo a filas, pero fue
ingresado casi de inmediato en un
hospital militar para someterle a
interminables pruebas. En mayo de 1917, fue incapacitado por demencia y
declarado no apto para el ejército. De nuevo en su estudio berlinés, volvió a
trabajar en “Metrópolis” para terminarlo en julio de 1919. La obra tuvo
efectivamente el impacto que Grosz deseaba.
“Metrópolis” tiene una
verídica atmósfera apocalíptica en la cual Grosz refleja el ambiente de
inseguridad producido por la Primera Guerra Mundial y la enajenación y locura que se había
apoderado de la sociedad europea. Nos encontramos ante una ciudad alienada y entusiasmada
por la velocidad y la prisa, ante la cual los ciudadanos se transforman en
meros autómatas contrahechos, siguiendo las pautas del expresionismo imperante
en la pintura.
Los edificios están descuajados por
una perspectiva postcubista, con sus perfiles iluminados por el color rojo de
la electricidad y adornados con estridentes anuncios luminosos, así como la
presencia de tranvías que se lanzan en medio de la confusión reinante sobre una
multitud horrorizada.
El edificio central del hotel con su
atrevida perspectiva y el poste en primer plano son un punto de convergencia
entre un cruce de líneas y planos que pertenecen a las calles, tranvías, escaparates e hileras
de personas que alcanzan un gran dinamismo y una enorme tensión, como distintivo
clave de la época. Es un eje particularizado que viene marcado por la arista
del edificio y que se ve reforzado por
el poste que realza la verticalidad de
la imagen sumándose a ello las filas de ventanas del edificio. Dicha
verticalidad queda rota con las diagonales aparecidas debidas a las calles, a
la gente que en ellas se encuentran y a
las zonas paralelas de los edificios que convergen hacia el centro del
cuadro junto a la divergencia de esas líneas hacia los extremos de la obra y
que son las que marcan la profundidad y la
perspectiva de la misma.
Grosz exagera el efecto aterrador a
través de las pronunciadas líneas de fuga, que conforman una perspectiva de gran rigidez y, con el
predominante color rojo que proviene de la esfera solar y que da paso a un
ambiente abrasador e irreal que domina toda la pintura. No quiero dejar de lado
el que en esta obra se distingue una
cierta abstracción en la disolución evidente de las formas.
Es sumamente característico la presencia de la luz artificial, el lujo, y publicidad, que contrasta con una Alemania desmoralizada y deprimida por la guerra que a duras penas
podía sobrevivir, y que queda plasmada en esta calle de Berlín.
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