jueves, 21 de abril de 2016

EL GUERNICA, DE PICASSO.



       Con la obra, “el Guernica”, Picasso se comprometió políticamente a favor de la República Española y pintó este cuadro para su “Pabellón”, en la Exposición Universal de París”. El 17 de Julio de 1936  da comienzo  la Guerra Civil Española, que será un excelente “campo de pruebas” para la aviación y los tanques alemanes. En abril de 1937, Guernica es bombardeada por la aviación alemana, aliada de Franco, (“las fuerzas aéreas de la legión Cóndor, de Alemania”), que bombardearon y devastaron la ciudad. Este hecho, que sobrecogió y conmocionó a un  mundo que se encontraba a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, se debió ante todo a que se bombardeó una ciudad y a sus civiles. 

         La historia ya nos ha dado datos y por ella sabemos que en Guernica había objetivos militares como: un centro de comunicaciones y una fábrica de municiones; pero no hay constatación alguna de que los aviones alemanes dirigieran hacia ellos sus ataques. Sencillamente descargaron sus bombas de modo indiscriminado sobre el indefenso pueblo de Guernica y sobre sus gentes.

        El tema era, como hemos dicho, el bombardeo por aviones nazis de la indefensa población vasca de Guernica. Al asesinar a los indefensos ciudadanos de Guernica, los nazis estaban matando a la civilización, y dejando a la vista el gen de maldad que el ser humano lleva en su interior. El Guernica es algo más que la crónica de un suceso histórico,  es la chispa que debe saltar en la conciencia de los hombres para salvar la cultura y la libertad. Pero es algo que sigue sin suceder. “El Guernica” se convirtió en un grito contra la atrocidad de la guerra, y así diría al respecto Picasso: “El artista es un ser político que vive pendiente y consciente de todos los acontecimientos  que ocurren en el mundo y reacciona contra ellos. La pintura no existe sólo para decorar las paredes de las casas, es un arma que sirve para atacar al enemigo y para defenderse de él”.  Y eso hizo Picasso con esta pintura, que fue  algo más que un alegato político, porque, como Goya, Picasso vuelve a oponerse a la guerra como algo absurdo y cruel. Al acabar la Segunda Guerra Mundial se afilió al Partido Comunista Francés, en un intento claro de situarse en el bando de los desheredados.

       Picasso, nos deja resumida su obra con las siguientes palabras: “Quede comprometido también el lenguaje. Que se haga de él un arma defensiva y ofensiva, ya que la causa servil en que quieren convertir a la sociedad los regímenes fascistas, ya no lo necesitará, puesto que ya no tendrá posibilidades de pensar”. 

       El simbolismo de las figuras es difícil de explicar, más que nada porque Picasso nunca quiso hacerlo. Aunque algunos elementos puedan resultar bastantes claros para algunos estudiosos. El conjunto genera un espacio angustioso, acentuado por el tamaño de las figuras en relación con la arquitectura. Algunos personajes tienen un marcado carácter enigmático. El cuadro causó un gran impacto en la sociedad del momento por la  denuncia que en él se llevaba a cabo de los horrores de la guerra. La obra se ha convertido en una triste alegoría, y también una clara premonición de la que sería la Segunda Guerra Mundial:

        Se han expresado múltiples teorías sobre el significado de las figuras, algunas de ellas muy contradictorias,  aunque sean meras suposiciones, porque Picasso nunca explicó su simbología. En ella vemos un toro, un caballo, un guerrero muerto, un pájaro, mujeres y niños que le pudieron servir para aludir a “las fuerzas oscuras del inconsciente” y que podían representar la libertad destruida por la irracionalidad y la crueldad del franquismo y del nazismo. 

        Lo primero que nos llama la atención es una cabeza de “un Toro”, que es una de las imágenes básicas de la iconografía de Picasso. El “toro ibérico”, de aspecto presuntuoso y desafiante,  podría ser, quizá,  la víctima de la barbarie desatada o podría ser el verdugo.  En el cuadro es el único que no da muestra de sufrimiento por la tragedia  acaecida. Y muchos estudiosos se preguntan: ¿podría representar el poder fascista? O tal vez ¿podría encarnar la esencia invencible y altiva  del pueblo español?

   En el centro del cuadro aparece un “caballo”, que se remueve y agita  desesperadamente, gritando de la misma forma  que la mayoría de los personajes que se encuentran a su alrededor y podría ser  el más claro símbolo del pueblo, víctima de una brutalidad inexplicable que enlaza con  la irracionalidad y el absurdo de la guerra. El caballo está agonizando  y lanza un grito de impotencia y angustia al cielo. 

        Volviendo a las preguntas que los investigadores se han hecho sobre el asunto,  ¿será el caballo el símbolo del pueblo?  El “grito” podría ser el remate simbólico del cuadro, el grito que podría simbolizar el miedo a la guerra, a la muerte, a  la angustia, a la desesperación y al dolor  del ser humano. 

      En el centro del cuadro vemos “la luz de una bombilla” introducida dentro de una especie de ojo que todo lo ve, cual si fuera un símbolo de la razón, ahora rota, que puede querer mostrar lo inútil del progreso moderno. Una “mujer entra con fuerza por una ventana”, tras la que se ven llamas, y trae consigo un “quinqué encendido”. Su llegada es  como una bocanada de aire fresco que iluminara el sombrío y lóbrego espacio en el que se desarrolla la acción. Puede querer representar  un elemento esperanzador en medio de tanta desesperación, dolor, crispación y angustia. Elementos esperanzadores también podrían ser, junto a este quinqué que se asoma por la ventana, cuya luz irreal “ilumina” el ambiente;  la rosa que brota de la espada del guerrero muerto.

         Reflexionando sobre estas cuestiones revisadas, se podría  señalar, que Picasso les otorgaría las posibles siguientes significaciones, a la luz de disquisiciones sobre el tema: “Mientras el toro representaría la brutalidad; el caballo simbolizaría el pueblo.”  Así pues, volviendo sobre las palabras anteriormente expuestas, si el toro simbolizara las fuerzas del fascismo, el caballo agonizante, podría aludir al tormento sufrido por el pueblo español, y a esto deberíamos añadir, que la lámpara de aceite sujeta sobre él, y que lleva una mujer, sería la resistencia de la humanidad contra el ojo mecánico, cuyo iris es una bombilla eléctrica, representación de la modernidad y del progreso, que ha cosificado al pueblo. 

        Los siguientes personajes que aparecen en el cuadro son: a la izquierda, y bajo el “toro”,  aparece una “madre que sujeta en sus brazos a su hijo muerto”. Parece querer levantarse mientras grita descorazonada. Es curioso que el niño es el único personaje de esta obra  que tiene la boca cerrada, pues el resto la abren, e incluso, algunos de ellos, como el caballo,  muestran una lengua punzante y afilada que puede referirse al grito de pánico que la situación provoca. Es posible que este  niño muerto en manos de su madre, simbolice que nuestro futuro ha muerto. 

         En primer término, a la izquierda, tenemos, la imagen de un soldado descuartizado, que quizás tan solo aluda a todos los soldados muertos en la guerra, y que lleva una lanza en su mano a la que se unió una flor y podría hacer referencia  a la esperanza que nunca debe perderse. 

         Picasso logra resaltar la expresividad en la configuración de cada uno de los detalles de sus personajes a través de simples líneas. La casa ardiendo se convierte, posiblemente, en un símbolo dirigido hacia  las Bellas Arte, y en este caso a la Arquitectura,  que están siendo destruidas por los bombardeos. A la derecha y debajo del quinqué vemos a una mujer arrodillada  que  contempla toda la escena desolada e incrédula y que alza sus manos al cielo en señal de oración. Parece estar pidiendo que el bombardeo llegue a su fin. Esta imagen, quizás nos trae a la mente, por la posición de los brazos,  a uno de los protagonistas de Los Fusilamientos del 3 de mayo de Goya. 

        La pintura no es una narración literal según la tradición de Goya, ni tampoco una colección de símbolos fácilmente legibles, el Guernica, puede querer simbolizar un grito de vida, o quizá sea la visión de la muerte en plena acción. “Es una obra radical de un expresionismo violento: Es un cuadro de no-vida que nos lanza un tremendo grito que sirva para salvar la vida, no sólo de España, no sólo de Europa, sino de todo el mundo libre.”

         Todo trabajo tiene una moraleja dentro de su contenido y como colofón a este estudio sobre la pintura del siglo XX y sus connotaciones psico-emocionales, tan sólo queda recordar la frase de Alphonse de Lamartine que en sus “cartas a John Foster” dijo: “Cuanto más observo a los representantes del pueblo, más admiro a mis perros”.


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