Con la obra, “el
Guernica”, Picasso se
comprometió políticamente a favor de la República Española y pintó este cuadro para
su “Pabellón”, en la Exposición Universal de París”. El 17 de Julio de 1936 da comienzo la Guerra Civil Española, que será un excelente “campo de pruebas” para la aviación y los tanques alemanes. En abril de 1937, Guernica es bombardeada por la aviación alemana, aliada de Franco, (“las fuerzas aéreas de la legión Cóndor, de Alemania”), que bombardearon y devastaron la ciudad. Este hecho, que sobrecogió y conmocionó a un mundo que se encontraba a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, se debió ante todo a que se bombardeó una ciudad y a sus civiles.
La historia ya nos ha dado datos y por ella sabemos que en Guernica había objetivos militares como: un centro de comunicaciones y una fábrica de municiones; pero no hay constatación alguna de que los aviones alemanes dirigieran hacia ellos sus ataques. Sencillamente descargaron sus bombas de modo indiscriminado sobre el indefenso pueblo de Guernica y sobre sus gentes.
El tema era, como hemos
dicho, el bombardeo por aviones nazis de la indefensa población vasca de
Guernica. Al asesinar a los indefensos ciudadanos de Guernica, los nazis
estaban matando a la civilización, y dejando a la vista el gen de maldad que el
ser humano lleva en su interior. El Guernica es algo más que la crónica de un
suceso histórico, es la chispa que debe
saltar en la conciencia de los hombres para salvar la cultura y la libertad.
Pero es algo que sigue sin suceder. “El Guernica” se convirtió en un grito
contra la atrocidad de la guerra, y así diría al respecto Picasso: “El artista es un
ser político que vive pendiente y consciente de todos los acontecimientos que ocurren en el mundo y reacciona contra ellos. La pintura no existe sólo
para decorar las paredes de las casas, es un arma que sirve para atacar al
enemigo y para defenderse de él”. Y eso
hizo Picasso con esta pintura, que fue algo más
que un alegato político, porque, como Goya, Picasso vuelve a oponerse a la
guerra como algo absurdo y cruel. Al acabar la Segunda Guerra Mundial se afilió
al Partido Comunista Francés, en un intento claro de situarse en el bando de
los desheredados.
Picasso, nos deja resumida su obra
con las siguientes palabras: “Quede comprometido también el lenguaje. Que se
haga de él un arma defensiva y ofensiva, ya que la causa servil en que quieren
convertir a la sociedad los regímenes fascistas, ya no lo necesitará, puesto
que ya no tendrá posibilidades de pensar”.
El simbolismo de las figuras es
difícil de explicar, más que nada porque Picasso nunca quiso hacerlo. Aunque
algunos elementos puedan resultar bastantes claros para algunos estudiosos. El
conjunto genera un espacio angustioso, acentuado por el tamaño de las figuras
en relación con la arquitectura. Algunos personajes tienen un marcado carácter
enigmático. El cuadro causó un gran impacto en la sociedad del momento por
la denuncia que en él se llevaba a cabo
de los horrores de la guerra. La obra se ha convertido en una triste alegoría, y
también una clara premonición de la que sería la Segunda Guerra Mundial:
Se han expresado múltiples teorías
sobre el significado de las figuras, algunas de ellas muy contradictorias, aunque sean meras suposiciones, porque Picasso
nunca explicó su simbología. En ella vemos un toro, un caballo, un guerrero
muerto, un pájaro, mujeres y niños que le pudieron servir para aludir a “las
fuerzas oscuras del inconsciente” y que podían representar la libertad
destruida por la irracionalidad y la crueldad del franquismo y del nazismo.
Lo
primero que nos llama la atención es una cabeza de “un Toro”, que es una de las imágenes básicas de la
iconografía de Picasso. El “toro ibérico”, de aspecto presuntuoso y desafiante, podría ser, quizá, la víctima de la barbarie desatada o podría
ser el verdugo. En el cuadro es el único
que no da muestra de sufrimiento por la tragedia acaecida. Y muchos estudiosos se preguntan: ¿podría
representar el poder fascista? O tal vez ¿podría encarnar la esencia invencible
y altiva del pueblo español?
En el centro del cuadro aparece un “caballo”,
que se remueve y agita desesperadamente,
gritando de la misma forma que la
mayoría de los personajes que se encuentran a su alrededor y podría ser el más claro símbolo del pueblo, víctima de
una brutalidad inexplicable que enlaza con
la irracionalidad y el absurdo de la guerra. El caballo está
agonizando y lanza un grito de impotencia y angustia al cielo.
Volviendo a las
preguntas que los investigadores se han hecho sobre el asunto, ¿será el caballo el símbolo del pueblo? El “grito” podría ser el remate simbólico del
cuadro, el grito que podría simbolizar el miedo a la guerra, a la muerte,
a la angustia, a la desesperación y al
dolor del ser humano.
En el centro del
cuadro vemos “la luz de una bombilla” introducida dentro de una especie de ojo
que todo lo ve, cual si fuera un símbolo de la razón, ahora rota, que puede
querer mostrar lo inútil del progreso moderno. Una “mujer entra con fuerza por
una ventana”, tras la que se ven llamas, y trae consigo un “quinqué encendido”.
Su llegada es como una bocanada de aire
fresco que iluminara el sombrío y lóbrego espacio en el que se desarrolla la
acción. Puede querer representar un
elemento esperanzador en medio de tanta desesperación, dolor, crispación y
angustia. Elementos esperanzadores también podrían ser, junto a este quinqué
que se asoma por la ventana, cuya luz irreal “ilumina” el ambiente; la rosa que brota de la espada del guerrero
muerto.
Reflexionando sobre estas cuestiones
revisadas, se podría señalar, que Picasso les otorgaría las posibles siguientes significaciones,
a la luz de disquisiciones sobre el tema: “Mientras el toro representaría la
brutalidad; el caballo simbolizaría el pueblo.”
Así pues, volviendo sobre las palabras anteriormente expuestas, si el
toro simbolizara las fuerzas del fascismo, el caballo agonizante, podría aludir
al tormento sufrido por el pueblo español, y a esto deberíamos añadir, que la
lámpara de aceite sujeta sobre él, y que lleva una mujer, sería la resistencia
de la humanidad contra el ojo mecánico, cuyo iris es una bombilla eléctrica,
representación de la modernidad y del progreso, que ha cosificado al pueblo.
Los
siguientes personajes que aparecen en el cuadro son: a la izquierda, y bajo el “toro”, aparece una “madre que sujeta en sus brazos a
su hijo muerto”. Parece querer levantarse mientras grita descorazonada. Es
curioso que el niño es el único personaje de esta obra que tiene la boca cerrada, pues el resto la
abren, e incluso, algunos de ellos, como el caballo, muestran una lengua punzante y afilada que
puede referirse al grito de pánico que la situación provoca. Es posible que
este niño muerto en manos de su madre,
simbolice que nuestro futuro ha muerto.
En primer término, a la izquierda,
tenemos, la imagen de un soldado descuartizado, que quizás tan solo aluda a
todos los soldados muertos en la guerra, y que lleva una lanza en su mano a la
que se unió una flor y podría hacer referencia
a la esperanza que nunca debe perderse.
Picasso logra resaltar la
expresividad en la configuración de cada uno de los detalles de sus personajes
a través de simples líneas. La casa ardiendo se convierte, posiblemente, en un
símbolo dirigido hacia las Bellas Arte,
y en este caso a la Arquitectura, que
están siendo destruidas por los bombardeos. A la derecha y debajo del quinqué
vemos a una mujer arrodillada que contempla toda la escena desolada e incrédula
y que alza sus manos al cielo en señal de oración. Parece estar pidiendo que el
bombardeo llegue a su fin. Esta imagen, quizás nos trae a la mente, por la
posición de los brazos, a uno de los
protagonistas de Los Fusilamientos del 3 de mayo de Goya.
La pintura no es una
narración literal según la tradición de Goya, ni tampoco una colección de
símbolos fácilmente legibles, el Guernica, puede querer simbolizar un grito de
vida, o quizá sea la visión de la muerte en plena acción. “Es una obra radical
de un expresionismo violento: Es un cuadro de no-vida que nos lanza un tremendo
grito que sirva para salvar la vida, no sólo de España, no sólo de Europa, sino
de todo el mundo libre.”
Todo trabajo tiene una moraleja dentro
de su contenido y como colofón a este estudio sobre la pintura del siglo XX y
sus connotaciones psico-emocionales, tan sólo queda recordar la frase de
Alphonse de Lamartine que en sus “cartas a John Foster” dijo: “Cuanto más observo a los representantes del
pueblo, más admiro a mis perros”.
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