El ser humano, en general, tiene ambición de
poder y bien es cierto que pocos están dispuestas a sacrificar su propio
provecho por el bien general. En el principio de los tiempos el hombre seguía a
la fuerza ciega, ahora sigue a la ley que no es otra cosa que la misma fuerza
ciega disfrazada de bien general.
Debemos considerar que la fuerza de la masa
humana es irreflexiva, salvaje, ciega e injusta y cuando consigue un atisbo de
libertad la convierte en anarquía. Para poder acometer esta desorganización, se
lleva a cabo una ingeniería social que lleva a mostrar a la muchedumbre popular
que no es capaz de estar sin un líder
que lo guíe. Esta masa ciega y
aborregada se deja arrastrar a las más incorrectas acciones porque le
han quitado su capacidad de criterio debido a que no le permiten conocer las
trampas del arte político subsumido en la más grosera demagogia.
Teniendo en
cuenta que la política nada tiene que ver con la moral o la ética, sino que se
guía por la astucia, el engaño y la hipocresía; el caldo de cultivo está en
situación. Las leyes y el derecho se
fundamentan en la mayor parte de las ocasiones en que “el fin justifica los
medios”.
San Pablo, en Romanos 5, dice: “No existe ningún justo, ni uno sólo.
Todos están desviados y pervertidos. No existe nadie que haga el bien, ni
siquiera uno”.Y son palabras de la Biblia, que más queda por decir.
Sobre ello dice F. Laplantine: “esta
corrupción radical de todo el ser que es responsable de la permanencia
histórica de la violencia se sitúa en un plano más allá de la moral”, y añade que: “El hombre por si sólo es incapaz de volver a un estado
antológicamente distinto de su estado actual, irremediablemente violento”. Por
todo ello, continúa afirmando que, “la historia contemporánea ha confirmado la
existencia de una violencia radical
inextirpable del corazón del hombre.” Así pues, después de la I Guerra Mundial,
asegura . Laplantine que “la conciencia humana, hastiada de asesinatos,
parecía, haber comprendido y jurado que no volvería a esa senda” pero lo
cierto, -añade- es que “la violencia se amplió considerablemente durante la II
Guerra mundial; y se elevó al rango de doctrina la voluntad de exterminar a un
pueblo entero, y el asesinato adquirió un carácter científico y sistemático”.
Así continúa diciendo que en la actualidad “los campos de concentración, las
deportaciones, los bombardeos, las torturas, los métodos de humillación y los
asesinatos masivos de las poblaciones son acontecimientos que forman parte de
la vida cotidiana”, y todos los días nos vemos bombardeados por imágenes de los actos más viles y crueles que el ser humanos puede llevar a cabo casi sin pestañear.
Esto es algo que día a día vemos en todos los telediarios,
y nos damos cuenta que la vida humana no vale nada para las altas jerarquías
del poder, que se llenan la boca de palabras sin contenido que les sirven para
hacerse la foto, pero que no van más allá de ser simples palabras sin
contenido.
Para finalizar F. Laplantine asegura
que “una minoría de la población mundial construye su prosperidad sobre el
pillaje de una mayoría hambrienta”, a esto ha llevado el Neoliberalismo, y
añade que “hemos entrado en una época de barbarie organizada”, Ante todos los
muertos que a diario nos conmocionan, finaliza diciendo que “se emocionan los
humanistas ante ello, aunque después de que esos asesinatos masivos hubieran
tomado forma; otros, por el contrario, festejan los hechos. La ideología del
progreso es una impostura. Existe en el fondo del corazón humano un deseo
infinito de regocijo egoísta que le lleva al asesinato de su congénere, y la
agresividad ha pasado a formar parte de la energía que impulsa al individuo”.
Esta es la desgraciada verdad de la sociedad humana.
Un afectuoso saludo descorazonado.
La Admin.
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