En este cuadro
pintado en 1891 por James Ensor, se tituló: “Esqueletos disputándose el cadáver de un ahorcado”, la naturaleza grotesca
y bufa de la obra, refleja la propia visión
del artista que es la de un mundo gobernado por el absurdo y la incoherencia, por lo
paradójico y lo irracional, donde los pensamientos descabellados y acciones inservibles
juegan un papel de suma importancia.
En esta obra Ensor se muestra duro e irreverente. Se
nos presenta como el pintor de los falsos, los mentirosos y los que ocultan la
verdad de quiénes son en realidad, con una máscara o tapándose la cara.
La época en que vivió Ensor, estaba conformada por una sociedad hipócrita, con caras
falsas y expresiones traidoras. En esta obra nos ofrece una visión grotesca de la sociedad que le rodeaba a
través de una escena de lucha entre dos esqueletos que se pelean por un botín mezquino, -“un hueso”- y que se
encuentran ante un ahorcado, el cual parece
que ejerce de árbitro en la pelea, mientras que un cadáver en el suelo colocado
entre ambas figuras se intuye que marca la línea divisoria de ambos campos del
combate.
A través de esta pelea se especula que
Ensor intentaba mostrar la corrupción de los valores humanos, como la
honestidad, la equidad y la solidaridad. El esqueleto de la derecha, lleva un
gorro y una chaqueta, que pueden significar que pertenece a la alta sociedad,
en tanto que el esqueleto de la izquierda va ataviado con andrajos, lo que le
puede asemejar a la baja clase social.
La intención burlesca de sus
obras, unas veces enigmática y en otras ocasiones irreverente, se complace en
lo absurdo, lo cruel y lo brutal para ridiculizar los defectos morales tanto del
hombre como de la sociedad y le sirve para ilustrar
la deshumanización de una humanidad en la que las clases altas, quitan a las
clases bajas y miserables el alimento, simbolizado con un hueso, así como las
escasas posesiones que puedan tener, convirtiéndolos en esclavos en su propio
provecho, y lo hacen aunque tengan que pasar por encima de sus necesitadas
vidas, todo ello con la aprobación y la complicidad de los poderes políticos,
que pueden quedar personificados en la figura de un ahorcado, cuya voluntad
está sometida a dichas jerarquías.
Su pintura no fue apreciada en
aquella época. Sólo una generación más tarde, después de la experiencia
surrealista, podía comprenderse en toda su profundidad. Hoy en día está de plena actualidad tocando los aspectos que asolan a nuestra sociedad.
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