martes, 19 de abril de 2016

EL TRÍPTICO: "METRÓPOLIS", de OTTO DIX


         El tríptico de Otto Dix “Metrópolis” nos deja ver dos tablas laterales que muestran dos escenas callejeras de Berlín, abarrotadas de gente por demás peculiar, entre las que podemos ver: soldados lisiados, mendigos y prostitutas junto a damas y caballeros elegantes y de alta clase,  indiferentes ante la tragedia que se vislumbra a su alrededor. Vamos, igual que ahora, donde a los que hablan sobre su desesperación se les llama tóxicos.

      Sus personajes se transforman en caricaturas burlescas y crueles de la sociedad podrida y corrupta de la época: “prostitutas, inválidos, mendigos y ricos que se agitan en ella,” en un mismo entramado de lugares violentos y opresivos, en los que no queda  espacio para la esperanza. 

         En la parte central del tríptico vemos un ambiente  de cabaret. Hombres y mujeres  lujosamente ataviados bailan y se divierten  en un ambiente de  lujo que roza la obscenidad y la desvergüenza. Nos  muestra el Berlín de los “años veinte” en el que el hedonismo manda y todo está permitido, “apurando hasta la última gota la copa del placer”, en unos años cercanos a la gran tragedia  que llegaría con la subida de Hitler al poder y la derivada  Segunda Guerra Mundial que trajo una pavorosa  desolación y la muerte de un gran número de seres humanos.  

         Para explicar qué le pasa a la pintura de Otto Dix a partir de este momento podríamos señalar que los ojos del artista se “descarnan” aún más, y esto hace que se rompa fuertemente esa “verdad que se esconde detrás de la realidad que muestra en sus obras”. 

        Dix fue un artista para el que las cualidades de lo “bello” y lo “feo” no tenían sentido alguno, y eso le llevó a realizar un tipo de pintura que no deja indiferente al espectador. Es una pintura que traspasa los límites de lo humanamente soportable y nos conduce a unos espacios  violentados por la guerra, avasallados por una violencia irracional y disparatada en el que reina la fealdad, lo repulsivo, la decrepitud, la crueldad, la desesperación y la angustia, todo ello utilizando un lenguaje muy adeudado del futurismo italiano, que es el ideal para expresar de forma fidedigna las explosiones de las granadas. Dix, siempre se condujo por la misma máxima: “Confía en lo que ves”  la cual utilizó a lo largo de su dilatada carrera para puntualizar el sentido que daba a su trabajo artístico.

 Dix pondrá su técnica al servicio de un hondo realismo que acometió la Neue Sachlichkeit, influido por la guerra que vivió en su propia persona, ante el horror que vio en las trincheras al estar junto a soldados terriblemente mutilados o  desfigurados y cuerpos destrozados por la metralla. Todo ello va a ser una constante en su obra de este periodo, intentado expulsar fantasmas de su interior. La enorme calidad de su dibujo y el esmero y atención  que presta al detalle es evidente en esta obra.

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